martes, 1 de noviembre de 2011

LA BOHÈME.

Mirella Freni & Jaume Aragall. Gran Teatre del Liceu.

Tras el éxito de Manon Lescaut (1.893), Puccini acometía una nueva ópera basada en la obra por fascículos de Henri Murguer, “Scènes de la vie de bohème”, y que dio lugar a esta ópera que, en febrero de 1.896, se representaba en el Teatro Regio de Turín por primera vez. La historia es conocida por los amantes de la ópera y es fácil de llegar al público que, sin duda, se pone en la piel de los dos protagonistas, Mimì y Rodolfo, nada más iniciarse los primeros compases de la obra y levantarse el telón.


Jaume Aragall, con la excepcional soprano catalana Carmen Hernandez, una soprano
lirica de gran importancia, olvidada por la casas discograficas.



La ópera se inicia en una buhardilla en el Barrio de Montmartre el día de Nochebuena (se ambienta la ópera durante la primera mitad del siglo XIX) pero ese no es el ambiente que se vive dentro de ésta. Marcello, pintor, y Rodolfo, el poeta están desesperados por el frío que “inunda” la habitación y que provoca que Rodolfo recurra a quemar sus escritos en la chimenea. En éstas, llega Colline, el filósofo del grupo, que pretende empeñar algunos libros porque la pobreza les atosiga pero que no consigue al estar en estas fechas navideñas (“Già dell’Apocalisse appariscono i segni. In giorno di Vigilia no s’accettano pegni!- Ya aparecen las señales del Apocalipsis. En Nochebuena no se aceptan empeños). Cuando la llama de la chimenea termina de apagarse, aparece Schaunard, el músico, con comida, leña, y, sobre todo, dinero, de un cliente que le ha contratado. Después de convencerles de que deben de dejar la comida para otra mejor ocasión y acudir al Barrio Latino par disfrutar de estas fiestas, llega el casero recordándoles que deben de pagar el alquiler. Estos le invitan a tomar vino y prometen pagarle pero rogándole que se quede un tiempo. La conversación con el casero acaba con los cuatro bohemios echándole de “esta honesta casa” al hablar de la supuesta infidelidad del casero. Pero el verdadero momento emotivo es la escena del dúo entre Rodolfo ,que se había quedado sólo para terminar un artículo, y Mimì, una vecina que había acudido a su casa a encender la candela que se le había apagado. Ambos quedan prendados al mirarse y es ahí cuando empieza el verdadero dúo, aquel en el que él coge la fría mano de ella mientras buscaban la llave que ella había perdido en la casa y canta ese célebre ”Que gelida manina” cuyo tono melódico sólo es superado por la aria siguiente que canta Mimì ”Sì, mi chiamano Mimì” . Pero el mejor momento está por venir: aquel en que los dos acaban rendidos a ese amor nacido en ellos y que remata el acto (“O soave fanciulla”) y ese “amor,...amor,....amor” que ambos cantan cuando, juntos, se van de la buhardilla, camino del Barrio Latino.

Ya llegados al Barrio Latino y, específicamente, Café Momus, Rodolfo presenta Mimì a sus amigos que la acogen en el grupo (Questa è Mimì,gaia fioraia”). Mientras están comiendo y charlando sobre Rodolfo y el amor, llega Musetta, antigua amante de Marcello ,acompañada de Alcindoro, que consigue turbar a Marcello, que trata de ignorarla en vano... lo que provoca en ella cierto interés renovado hacia él (Quando me’n vo soletta per la via) La escena evoluciona de tal manera que Marcello acaba por ceder a los encantos de ella (O gioventú mia, tu non sei morta) donde ya revela abiertamente su intención por volver a esta con ella. El final es conocido. Los seis amigos se marchan del Café Momús, una vez cargada la cuenta a Alcindoro que no estaba presente, aprovechando el revuelo ocasionado por la llegada de un desfile



Tras un tiempo juntos, llega el momento de la desesperación para Rodolfo y Mimì. Mimì acude a una taberna donde se hospedan Musetta y Marcello, a las afueras de París, para hablar con el pintor y comentarle la situación por la que pasa la relación . Su preocupación está en que siente que Rodolfo la huye y “se destruye por los celos” y que su carácter se ha agriado hasta el punto de gritarle a cada instante que “ya no es para ella, que se busque otro amante”. Marcello le habla de que su relación con Musetta es diferente porque ambos viven en libertad (y que luego se demuestra que no es así) y le dice que lo despertará para hablar con él. Una vez que se encuentran ambos amigos, Rodolfo le dice que ha dejado de querer (“Marcello, finalmente! Qui niun ci sente. Io voglio separarmi da Mimì”) a Mimì y Marcello le acaba preguntando si es celoso a lo cual, Rodolfo lo admite pero de forma muy poco sincera. Al final, acaba reconociendo su verdadera pena: Mimì está muy enferma y siente que él es el culpable del mal que la mata (... me, cagion del fatale male que l’uccide”) y preocupado porque sabe que el amor no basta para salvarla. Mimì, que estaba escuchando las frases de Rodolfo, sale del escondite para reunirse con él y ambos inician un dúo en el que, primeramente Mimì se despide (“Donde lieta uscí al tuo grido d’amore”) de Rodolfo para luego acabar juntos cantando ese final “Ci lascerem alla stagion dei fior” incapaces, de separarse en un momento tan duro (ya deja entrever ese cuarto acto)

Pasado un tiempo, nos encontramos en la buhardilla del 1º acto donde Rodolfo y Marcello trabajan...o intentar trabajar porque el pensamiento melancólico acerca de Mimì y Musetta es tan intenso que les impide concentrarse (“O Mimì tu più non torni”) . En éstas, llegan Colline y Schaunard, y la melancolía da paso a una situación distendida que recuerda a esas escenas previas a la llegada de Mimì con la vela en el acto 1º y que se interrumpe con la llegada de Musetta alarmada (“C’è Mimì che mi segue e sta male”). Una vez solos, Rodolfo y Mimì inician una conversación en el que felicidad del reencuentro se ve enturbiada por la enfermedad de Mimì. En este momento, el oyente se siente trasladado a ese primer acto cuando Mimì evoca el primer encuentro, la vela apagada, la llave perdida...hasta que un ataque de tos nos devuelve a la triste realidad. La legada de Musetta con un manguito para que las manos de Mimì se calienten es el inicio del fin. Con las manos metidas en el manguito dice las últimas palabras...y muere. Mientras que Musetta reza porque Mimì siga viva, Schaunard, que está pendiente de Mimì, le comenta a Marcello que ha muerto. Rodolfo, que no sabe aún del final de su amada, observa las caras...”ese ir y venir” de sus amigos hasta que Marcello acude a abrazarlo con cara compungida. Rodolfo, desesperado, acude hasta el camastro donde yace Mimì con gritos de dolor (Mimì...Mimì...Mimì...)

DISCOGRAFIA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario